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DE ABRIL
NAVARRA. LA
EDAD DE UN REYNO
Un
día que amaneció lluvioso, nos colocó
una caravana en Andoain, pero cundió. Finalmente
lució un sol primaveral. Comenzamos por monasterio
de Leire, que nos recibió brumoso e inquietante.
Recorrimos sus interiores
y sus exteriores.
Continuamos al castillo de Javier, que como celebra
efeméride, tienen montada una interesante exposición
sobre el santo y su vida. Nos sorprendieron los kakemonos,
los dioramas y toda la iconografía
y leyendas que rodean al patrón de Navarra.
Especialmente la historia del cangrejo y la imagen
del Cristo
de la risa, una imagen del siglo XIII,
que mantienen en la capilla de la Torre del Cristo,
como lo más preciado y precioso, rodeado de
unos murales del siglo XV que representan las danzas
de la muerte. A varios amigos no les gustó
la reforma del castillo. Tampoco el nuevo edificio
ni la megafonía. Comimos en el Mesón:
pimientos rellenos, paella y carne, y salimos hacia
Sangüesa. Impresionante la portada de la iglesia
de Santa María la Real, que nos sirvió
para la ritual foto
de grupo. El fotógrafo
invitó a los amigos a desnudarse, intentando
imitar a Spenecer
Tunick, que esa misma mañana consiguió
que más de mil personas lo hicieran en el Kursaal,
pero no tuvo la misma respuesta. No consiguió
mover ni una sola bufanda. Sangüesa cuenta con
varios edificios
de interés, que recorrimos de la
mano de Montse,
y seguimos hacia Pamplona. Algunos conocimos por primera
vez el Baluarte y sus impresionantes espacios. En
sus sótanos, y acariciando los restos de las
viejas murallas de la ciudad, se ha instalado una
gran exposición sobre Sancho
III el Mayor, personaje muy en moda en
la última política vasca. Conocimos
su Reyno y su águila negra, también
muy en moda. Una más que interesante exposición,
muy bien montada, apoyada con impresionantes audiovisuales
de última generación y que nos coloca
a dos palmos de piezas bellísimas que se merecen
calificativos como "lo mejor de...", "
el más importante...". Realmente el arca
de San Millán y la arqueta
de Leire merecen con creces ese calificativo.
Como los beatos y biblias que se presentan al público.
El guía, en un tono coloquial, nos condujo
por la historia de Navarra y sus culebrones, haciendo
unas pausas con tos, debidas al primer acto de kale
borroka, tras un mes de tregua, del que había
sido víctima colateral la madrugada anterior.
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Monasterio
de Leire
El
Baluarte de Pamplona
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27
DE OCTUBRE
EL CAMINO
DE SANTIAGO EN ARAGÓN
Un
fin de semana otoñal, de esos como de regalo,
que no nos lo merecemos. Un viaje más corto
de lo normal, que en apenas dos horas y media nos
colocó en el destino. El tiempo justo para
ver una peli a la ida y otra a la vuelta, que resultó
un poco larga y hubo que aclarar que, al final,
la chica lista se casa con el chico rico. El hotel
en Jaca, de pomposo nombre Oroel, como su monte
padrino, muy cómodo, y el menú de
buffet, toda una trampa para los débiles.
Y... ¿cómo no?
Montse,
como siempre, pendiente de todo. La noche del viernes,
tranquila. Los Pirineos estaban como de huelga y
Jaca estaba solo para los de casa. Mejor. Se podía
pasear
o tomar un gintonic tranquilamente antes de ir a
la cama. El sábado, 28, nos colocó
temprano en el inquietante paisaje de Santa Cruz
de la Serós. Una localidad de tejados de
piedra y chimeneas redondas. Primero visitamos San
Caprasio, una iglesia de elegante románico
lombardo, de proporciones austeras y con un tímido
acceso a su interior que se encontraba cerrado.
El espacio exterior, generoso y verde. Muy cerca,
visitamos la iglesia
de Santa María,
con su enorme torre, a la que accedimos por una
claustrofóbica escalinata. Los que no se
atrevieron se perdieron la experiencia de pasar
un rato en una serie de habitáculos muy curiosos,
como la cámara del tesoro, bajo la cúpula,
iluminada de manera teatral, o la torre con una
escalera metálica que accede al campanario,
tres plantas más arriba. Luego San
Juan de la Peña. Monasterio benedictino,
fundado en 920 y dedicado a los mártires
San Cosme y San Damián. Contiene los restos
mortales del que fuera primer rey de Aragón,
Ramiro I. Todo un regalo de vértigos ascendentes
por la pared rocosa que se desparraman por una ladera
verde e interminable con vistas a los Pirineos,
donde hicimos la foto
de grupo.
Todo un buffet de sensaciones. Cada rincón,
cada estancia, el mismo claustro es un plato perfecto.
Vuelta al hotel y a comer, sin tiempo del ritual
aperitivo. Por la tarde, el viaje interior a Jaca.
Su impresionante catedral, románica claro.
Y la primera de España, o al menos la modélica.
Con su crismón, alimento espiritual de peregrinos.
A punto de ser catalogada como patrimonio de la
Humanidad por la Unesco. Con un derroche de capillas
que pasan del barroco
al renacimiento con una elegancia sin par. Santa
Orosia es una de las estrellas de la catedral, y
el taqueado o ajedrezado jaqués es la característica
que nadie puede olvidar en esta visita. Curiosas
las pinturas
del abside principal, firmadas en 1792 por un cuñado
de Goya, Fray Manuel de Bayeu. Los capiteles de
la fachada magistrales, y el brazo ortopédico
sobre el púlpito, muy extraño. Visitamos
después el convento de las Benedictinas y
la iglesia de Santiago, que por estar en plena celebración,
y ser ya un poco tarde, dejamos para otra ocasión.
Saludamos a cada paso a Ramiro I, aburrido, junto
a una farola dudosa, en una de las plazas de la
localidad. El Portón fue un restaurante solicitado
para una cena, que no estaba incluida en la excursión,
y que cada cual se lo montó a su gusto. Incluso
hubo quien se desmelenó en La Trampa. El
domingo, nos acercamos a Sos del Rey Católico,
y lo hicimos por el camino más largo y pintoresco.
Sus calles
estrechas e inclinadas, su mercado, su muestra de
setas, su iglesia
fue un espectáculo total que lo disfrutamos
en plano
general desde el
restaurante Trisquel. Luego ya a casa con la película
que terminó bien, pero tarde.
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San
Caprasio |
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La
catedral de Jaca |
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San
Juan de la Peña |
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