21 DE ABRIL
VIAJE A CANTABRIA
Salíamos temprano, de la estación de Amara, una mañana que prometía muy poco en lo metereológico. Por el camino llovió por la zona de Santoña, como siempre. Si un día tendríamos que hacer una película que requiriese cielos amotinados, este sería el lugar más adecuado. Como es habitual, Montse hizo una introducción de Cantabria, durante el viaje. Un breve repaso histórico de las diferentes tribus cántabras que poblaban esta zona norte de la península, su relación con los romanos y los celtas y su evolución hasta nuestros días.
Desvío en Solares y en pocos minutos llegamos a Pámares (con acento en la primera). El Palacio de Elsedo está aun cerrado y, en la corta espera, es necesario el paraguas. Es éste uno de los más importantes palacios barrocos de Cantabria, construido a partir de 1710 por Francisco Hermosa Revilla, primer Conde de Torre Hermosa y Caballero de la Orden de Calatrava, cuyos restos reposan en la capilla, con los de sus dos hijos. Fue parcialmente destruido a comienzos del XX, y adquirido y restaurado por los Krassnning, un matrimonio austríaco, hasta que fue nuevamente adquirido por los empresarios santanderinos Santos Díez, importantes coleccionistas de arte, que lo convirtieron en su museo privado. Actualmente lo gestiona la Diputación de Santander. Es una preciosa mansión, compuesta por diferentes volúmenes comunicados entre sí, con zonas abiertas a un amplio jardín perfectamente habitado por diferentes especies de árboles que conviven con importantes muestras de escultura de vanguardia. En el interior de los diferentes edificios, la pintura, escultura y mobiliario, se agrupa por temáticas: Arte religioso, paisaje, figura, historia y naturaleza muerta. Una pequeña parte de una de las colecciones privadas más importantes de España.
Rápida e incómoda visita a Liérganes. La persistente lluvia no nos deja disfrutar de la preciosa villa cántabra. La tristeza del clima y ese ambiente húmedo y gris nos trae a la memoria la leyenda del hombre pez, ilustrada con una escultura de bronce colocada a la orilla del rio. La historia fantástica de Francisco de la Vega, que desapareción en la ria de Bilbao en 1674 y fue pescado en Cadiz cinco años más tarde. Apetece un caldo caliente y unos chorizos de la tierra, en uno de los bares y la compra descarada de unas tetas de Liérganes y unos cojones del Anticristo. Galletas típicas que se venden más por el continente que por el contenido. Y ya no daba tiempo para visita la villa de Rubalcaba.
Llegamos un poco tarde al restaurante Abadía de Laredo, en la parte vieja. Revuelto de hongos, entrecot de ternera con salsa de queso picón y manzana asada. Y un aguardiente de Liébana, como digestivo. Paseo por el entorno y visita a la iglesia gótica de Santa María de la Asunción, donde se celebra una concentración de Juventudes Cristianas con gran animación de músicas y ambiente casi discotequero, que no concuerda con los tiempos de Rouco. Se termina el espectáculo, vuelve la calma espiritual y recorremos el templo. Luego la foto de grupo.
Y ya poco más, porque ya se va haciendo tarde y aprovechamos para un rápido paseo por la zona más noble de Laredo, ver su Ayuntamiento, su palacio de Justicia y algunas edificaciones hermanas de la zona. En lo alto, por donde discurre la carretera nacional, un águila pretende merendarse una cría de gaviota que reposa en un nido, pero una docena de parientes la hace desistir de su propósito. ¡Cruel naturaleza!
Y ya de vuelta, otra historia de aves depredadoras y crueles: Cisne negro, la película de Darren Aronofski, con una Nataly Portman impresionante.
Y llegamos a Amara, lloviendo, cinco minutos antes del comienzo del Real Madrid Barcelona. Besos y abrazos rápidos y al sofá.
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El Palacio de Elsedo |
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Iglesia de Santa María de la Asunción
Uno de los miradores de Liérganes
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26 de octubre
EXCURSIÓN A VALLADOLID
Valladolid es una de esas ciudades que siempre hemos pensado que habría que escribir con mayúsculas, por su Universidad, por su Semana Santa, por ser sede de las Cortes de la Junta de la comunidad de Castilla y León. Pero es que, además, fue capital política de España, con Carlos I y capital del Imperio Español, donde nacieron Felipe II y Felipe IV. Para los que no la conocíamos, era ese cromo importante de nuestro cuaderno de viajes.
Salíamos de la estación de autobuses de Amara, un viernes 26 de octubre, a las cuatro de la tarde, con una previsión meteorológica plagada de lluvias torrenciales y frío. Hasta podría nevar. Nos divertimos con la película seleccionada. Intocable, había pasado el año 2011 por el Zinemaldia y ha acumulado importantes premios y nominaciones. Parecía americana, pero era francesa y mejor película europea del año. Se hizo corto y lluvioso el viaje de ida y, a las nueve y media, estábamos ya en el comedor del Hotel Juan de Austria, ante un plato de sopa de ajo, como de domingo; un pescado de catering y una correcta tarta de manzana. El vino triste, muy triste. No hacía noche como para salir y algunos optamos por dejarnos acompañar por Eva Hache y su Club de la Comedia.
El sábado amaneció fresco, pero despejado y el desayuno de buffet nos puso a punto para una mañana intensa, que comenzó por una narración de la historia de la ciudad. Montse siempre pone este prólogo, al comienzo de cada viaje. Y para empezar, la Facultad de Derecho, en la Plaza de la Universidad. Una fachada barroca, construida en 1715 y diseñada por el carmelita Fray Pedro de la Visitación, y toda una complicada historia de derribos y ampliaciones. El momento mereció una foto de grupo. De allí a la Colegiata, la Catedral herreriana, el Museo Diocesano, el pasaje Gutiérrez, curiosa muestra de la arquitectura de hierro, inaugurado en 1886 y que une la Plaza de la Catedral y la Plaza Mayor. Seguimos con la Iglesia de Nuestra Señora de las Angustias, el Palacio Pimentel y la Iglesia de los Dominicos, donde uno de ellos nos contó algunas curiosidades.
Y tras el atracón de barroco, un petit promenade por otro tipo de artes, donde descubrimos que esta ciudad cultiva la gastronomía en miniatura con unos resultados excelentes. La Villa Paramesa es un lugar muy recomendable. De ahí a la Plaza de Zorrilla, que se convirtió por esos días en estación de nuestro bus y punto de salida del Regimiento de Caballería Acorazado Alcántara, ese cuerpo creado por Felipe IV en 1856 y recreado en bronce por Mariano Benlliure.
Hoy toca fettuccini, otra vez pescado de catering y tarta de queso. El vino sigue triste, pero las camareras son muy simpáticas. Un poco de descanso para coger aire y empezamos por el Museo Nacional de Escultura, cuya directora María Bolaños, nos visitó y comentó una Obra del Mes, en marzo pasado, coincidiendo con la exposición Excluídos. Este Museo Nacional Colegio de San Gregorio contiene una de las colecciones de arte religioso más importante de Europa y, su origen, remonta a la Desamortización de 1836 que, en 1842, concentró su primera colección en el Colegio de Santa Cruz. En 1879, parte de esos fondos pasaron al actual edificio, que dio origen al Museo Provincial de Valladolid. Tras una gris trayectoria de casi cien años, el Ministerio de Cultura, pasó su contenido al Palacio de Villena, mientras se rehabilitaba este espacio para el nuevo equipamiento. Los autores del proyecto fueron los arquitectos Nieto y Sobejano, que pocos años más tarde intervendrían en el Museo de San Telmo. Resulta complicado asimilar y disfrutar, como se merece, tanta escultura, retablo o sillería de tanta calidad. Piezas del XV al XVIII, de Berruguete, Juan de Juni, Gregorio Fernández o Pedro de Mena. Visitamos el cercano Palacio de Villena, que alberga el impresionante Nacimiento Napolitano, el Palacio del Sol, y descubrimos el Palacio de los Vivero, donde se casaron los Reyes Católicos, un 19 de octubre de 1469.
De vuelta al hotel, coincidimos con la ceremonia de clausura de la Seminci. Un poco de descanso y la noche libre, que cada cual destinó a descansar, ver tiendas, cenar o tomar algo. El domingo, tocó cambio de hora que alargó nuestro descanso. Hacer maletas, desayunar y a callejear, porque esta ciudad tiene demasiadas cosas para ver y Montse no permite que nos perdamos nada. Comenzamos por una especie de corrala que sirvió de plaza de toros, y ahora está llena de tejos. El Archivo Municipal, la Catedral, el Museo de Arte Contemporáneo, la casa natal de Berruguete, la Iglesia de San Benito, el palacio de la Santa Cruz, que alberga una interesante colección de arte africano, la Iglesia de la Vera Cruz, sede de la Cofradía Penitencial de la Vera Cruz. Vimos la reliquia del Lignun Crucis y los cuatro pasos de Gregorio Fernández. Y terminamos con Santa María la Antigua. Aun pudimos seguir disfrutando de Valladolid, callejeando por la zona de la Plaza Mayor, descubriendo otros bares de tapas y el curioso pavimento de canto rodado y tabas de cordero, del Claustro de las Francesas.
Un adiós al Zorrilla de la plaza y a disfrutar de la paella, el codillo y la torreja del hotel. Rápido al bus Goiherri para llegar cuanto antes a Donosti. Un poco bestia la peli de vuelta. El Inmortal, nos muestra a un Jean Reno que va de mafioso retirado, que tras sufrir un atentado, le extraen 22 balas de su terroso cuerpo. Y tan feliz. La lluvia y el frío nos acompañaron en todo el camino.
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Museo Nacional de Escultura |
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Iglesia de los Dominicos
Regimiento de Caballería Alcántara
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